Las reglas de Londres by Mick Herron

Las reglas de Londres by Mick Herron

autor:Mick Herron [Herron, Mick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-02-01T00:00:00+00:00


* * *

Shirley seguía allí de pie, con el envoltorio de la comida para llevar abierto sobre el techo del coche, masticando con expresión pensativa y haciendo lo posible para que nada delatara que estaba en misión de vigilancia. La furgoneta estaba aparcada de tal modo que su parte posterior apuntaba hacia ella. Nadie había salido del vehículo, aunque ella creía haber detectado una mínima oscilación, como si alguien, o varias personas, estuvieran moviéndose en el interior. Pero no podía asegurarlo. Una mujer rezagada pasó por su lado a toda prisa, taconeando por la acera hasta entrar en la biblioteca. Al abrirse la puerta, una breve exhalación de risas emergió del interior. El político estaba divirtiendo a sus masas.

La furgoneta era gris con zonas de tonalidad más clara, como si la hubieran repintado recientemente de forma algo chapucera. La placa de la matrícula estaba situada por debajo de su línea de visión. Pensó en hacerle una foto, pero enseguida se dio cuenta de que eso sería como enarbolar una gran bandera roja y ponerse a saltar sobre la acera gesticulando como una loca. Lo que tenía que hacer era estar al acecho, pero sin traicionarse. Mirar en derredor, a las cosas en general, sin fijar la vista en la furgoneta. «Estás comiéndote una ración de pescado con patatas fritas en un atardecer de verano: lo más normal del mundo, algo que pasa todos los días…»

También pasaban otras cosas. La noche anterior había acabado arrojándose al suelo en la calle donde vivía Ho mientras alguien (probablemente uno de los que estaban dentro de esa furgoneta) le disparaba con un arma de fuego y, por la mañana, había descubierto que tenía polvo de ladrillo en la cabeza: la prueba definitiva de que no había sido un sueño. Al mismo tiempo, y dejando de lado la magulladura en la mejilla, tenía la sensación de que todo aquello era un capítulo en las memorias de otra persona. Marcus le había hablado de ese fenómeno: al recordar los momentos de peligro, tiendes a distanciarte de lo ocurrido, por lo que contemplas la acción en la que has participado como si estuviera teniendo lugar en la pantalla de un televisor. Era una de las razones por las que seguías en la brecha y volvías a por más. Como cualquier otro colocón, decía él, el subidón de la adrenalina era incomparable.

Marcus tenía sobrada experiencia en ese tipo de asuntos y, si ahora estuviese allí en lugar de ella, ya se le habría ocurrido un buen plan.

Un plan basado en dar por seguro que iba a ocurrir lo peor. No era prudente suponer que aquella furgoneta era inocua porque equivocarse podía ser desastroso, de forma que lo primero que debía considerar era: ¿los de la furgoneta estaban en condiciones de reconocerla? ¿Estaban observándola por una mirilla, planeando enviarla al otro mundo antes de entrar en la biblioteca, o la noche anterior estaba todo demasiado oscuro, de manera que ella no había sido más que un borroso blanco en



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